En China compran bodegas francesas a golpe de talonario

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Elena Ayuso / Madrid
No es una novedad la pasión desatada en China por el vino ni tampoco que, a raíz de ello, la Unión Europea llegue a vender 1.000 millones de euros anuales. La capacidad vitícola de las bodegas chinas es muy limitada y la calidad de su vino pésima. Pero el mercado chino se ve saturado de vino barato y prefiere el grand cru francés, por lo que ha desembarcado en el país vecino y ha comenzado a comprar a golpe de talonario importantes bodegas, tanto en Burdeos como en Borgoña. Y con un doble objetivo: poseer vinos de prestigio (los franceses son los más apreciados y más caros en China) y aprender el ‘savoir faire’. En Francia se han echado a temblar, sobre todo cuando ven que van más allá y ya han comprado una bodega de coñac.

El mercado de bebidas alcohólicas en China está dominado por la cerveza. El aumento de la renta per cápita ha favorecido la introducción del vino en la sociedad china, que lo ve como un producto saludable y exótico, asociado a un estatus social elevado. Según la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Pekín, «el gasto en artículos de lujo supone una demostración de estatus y, por lo tanto, escogen vinos caros, más allá de las características de calidad o su relación calidad/precio. Así es importante, no sólo que sea caro, sino que los demás perciban que el vino comprado es caro».

La escasez de bodegas y el desconocimiento del sector son la nota dominante, por lo que la importación de caldos extranjeros es indispensable. Por un lado, se importa vino embotellado y, por otro, a granel, que en muchos casos, es envasado, etiquetado y vendido como vino chino. Entre los embotellados, Francia es el primer exportador. Sus caldos son muy apreciados y se consideran una marca de distinción y lujo. Nuestro vecino galo ha sabido imponer sus vinos en un mercado donde el precio de una botella es 10 veces superior al que se paga en Europa.

Así pues, el desembarco de empresarios chinos dispuestos a desembolsar cifras astronómicas por bodegas francesas no se ha hecho esperar. A las 30 bodegas adquiridas en Burdeos se suma ahora la comprada recientemente en Borgoña. Por lo general, los compradores son hombres de negocios chinos pero también hay grupos inmobiliarios, empresas del sector del lujo o gigantes de la agroalimentación como COFCO o Bright Food. El millionario Chen Qu, quien ha amasado su fortuna en el petróleo, los inmuebles y los parques temáticos, posee cinco bodegas en Burdeos.

Los empresarios chinos han comenzado comprando marcas con solera, pero que no son las más reputadas. Bodegas (castillo y viñedos incluidos) cuya hectárea está valorada en 15.000 euros, lejos de los 200.0000 euros que se cotiza en Saint Emilion o incluso el millón de Margaux, las denominaciones con más caché de Burdeos. Según los viticultores de la zona, el asalto a las grandes bodegas es cuestión de tiempo, el justo y necesario para conocer el oficio y el sector.

La misma razón para que otro millonario chino, Louis Ng, propietario de 17 casinos en Macao, deje en manos de un viticultor de la zona la explotación de Grevrey-Chambertin la bodega de Borgoña que acaba de adquirir después de poner sobre la mesa 8 millones de euros frente a los 4 que ofrecían otros potenciales compradores franceses. Los vendedores han elegido y han dejado en manos del empresario asiático no sólo los viñedos sino también el castillo del siglo XII. Ante el malestar que se ha creado en la región, Louis Ng se ha apresurado a contratar un arquitecto francés para las obras de rehabilitación del edificio. Los chinos no son bien recibidos; ellos lo saben, prefieren actuar con prudencia y encuentran en acciones como esta la manera de integrarse en el sector.

La compra de una marca de coñac por un grupo de inversión chino hace temer que del vino se pase a otros productos como el champagne. Aunque en este caso todas las marcas están controladas por grupos familiares franceses, el consumo de vino espumoso en China crece, como el del coñac, de forma importante.

Frente a los críticos también se alzan voces de conciliación que recuerdan que el 40% de los viñedos están en manos extranjeras, principalmente belgas, generando así riqueza en la región y publicitándose el producto francés en un mercado tan colosal como el de China, donde vive el 20% de la población mundial. Un país donde la pasión por el vino es tal que se han plantado cepas traídas desde Francia, se construyen urbanizaciones alrededor de una réplica de un castillo de Burdeos y se ha implantado una cadena de bares de vino por todo el país bajo el nombre de La Cuvée du Château.

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